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CONTRA LA REPRESIÓN DEL ESTADO BURGUÉS EN EL PERÚ

Actualizado: 6 feb 2023


Canto con la voz de luto, pueblo de mí, por tus héroes: tus ansias como las mías, tus desventuras que tienen del mismo metal el llanto, las penas del mismo temple, y de la misma madera tu pensamiento y mi frente, tu corazón y mi sangre, tu dolor y mis laureles. Antemuro de la nada esta vida me parece. (Miguel Hernández)



10 de la mañana en Perú. Una tanqueta derrumba la Puerta 3 de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) doblegando los metales de la reja y echando abajo un muro de cemento. Policías lanzan bombas lacrimógenas mientras se despliegan para intentar disolver la unidad de los estudiantes y los trabajadores. ¡Nunca lo lograran! Los estudiantes se habían solidarizado con la lucha de los trabajadores de Arequipa, Juliaca, Apurímac y más, que se desplazaron a Lima para protestar contra los representantes del Estado burgués: Dina Boluarte y el Congreso. Tomaron, al principio, la Puerta 3 para recibir a los trabajadores que llegaban en buses el día 18 de enero. Sin embargo, frente a la decisión perversa de su rectora Jeri Ramón de echar a los trabajadores a la calle al día siguiente, los estudiantes se movilizaron para tomar la ciudad universitaria el día 20, brindarles un espacio y así continuar con la lucha. ¿Cómo actúa este Estado contrainsurgente? Intensificado del uso de la violencia y el terror para defender los intereses de la burguesía, para despejar las vías donde circulan las mercancías, para evitar las protestas que interrumpen los negocios, la acumulación de capital y la explotación del trabajo.


Los efectivos policiales, desproporcionadamente, eran más de 400, incluyendo a los “ternas”, policías vestidos de civil. Un miembro de la PNP se grabó señalando lo siguiente “se cumplió, detuvimos a todos estos TERRORISTAS, reventamos San Marcos”. 193 trabajadores y estudiantes detenidos. Muchos enmarrocados, con las caras al suelo, otros apaleados, en medio de gritos y “terruqueo”. Se destruyeron cuartos, muebles, puertas, etc., en Residencia Universitaria, se llevaron las provisiones y alimentos que se había donado de todos lados a favor de los trabajadores, el terror se imponía en la universidad más antigua de América. La policía intervino sin la fiscalía y no dejó entrar ningún abogado de los detenidos. En el acta oficial del Ministerio Público de la intervención de UNMSM, se señala el inicio de diligencia contra 4 estudiantes por “usurpación agravada y daños en agravio” a la universidad mientras el resto permanecen detenidos.


Entre estos últimos, una gestante, un niño de 8 años, un anciano de 80 años, una madre con su niña en brazos, 3 periodistas puneños, etc. También se apunta en el acta que había telas con “descripciones alusivas a incentivar actos de violencia”. Además, los policías hicieron desnudar a las mujeres y hasta han buscado droga en sus partes íntimas. No pararon el terror. La PNP y la Marina de Guerra del Perú desplegaron camiones alrededor de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) con pretensiones de ingresar, no lo hicieron, pero tal presencia militar ya es directamente un amedrentamiento y fuente de terror. La UNI es otra universidad que se ha solidarizado con los trabajadores prestando sus espacios como alojamiento.


Estos hechos no son aislados, se suman a las marchas policiales, a los allanamientos ilegales sembrando armas blancas, a la infiltración de policías vestidos de civiles para reprimir las marchas, al saqueo de centros comerciales, ataque a casas, detención arbitraria de estudiantes de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga (UNSCH), detención injusta de dirigentes gremiales y un largo etcétera que demuestra el incremento de los métodos violentos del brazo represivo del Estado. Asimismo, el ejecutivo solicitó al congreso, con el Oficio 015-2023 del 18 de enero, autorizar “el ingreso de unidad naval y personal militar extranjero con armas de guerra al territorio de la República del Perú”. Pero, es más, todos estos actos están ligados al asesinato siniestro e indiscriminado de 53 trabajadores a manos del Estado contrainsurgente, con armas de fuego ilegales, armamento militar y de guerra, con uso de helicópteros para lanzar bombas desde el cielo. Edgar Prado, mecánico ayacuchano es impactado por una bala y muere en el acto. Y ni siquiera estaba protestando. Mueren hijos de la clase trabajadora que no pueden ser arropados ni con un cajón, mueren madres impactadas por armas de fuego que dejan niños inocentes huérfanos y otros menores de edad son asesinados con impacto de bala en la cabeza. A sangre y fuego se mantiene el “orden del capital”.



La violencia y el Estado de contrainsurgencia en el Perú


Como se advirtió en nuestro anterior comunicado el actual momento del Estado peruano es el de la contrainsurgencia, es un momento de unificación de la burguesía y el poder militar en su seno para enfrentarse a lo que conciben como amenaza para el libre desarrollo del proyecto burgués que buscan continuar realizando: su enfrentamiento es más militar que político, no recurre al diálogo sino al aniquilamiento directo y al uso reiterado del terror.


No se trata meramente de una imposición política, el uso de la fuerza represiva se relaciona con el proyecto general de la gran burguesía peruana: la profundización del formato extractivista de acumulación de capital. No es casualidad que las regiones más afectadas por la megaminería son las que masivamente rechazan el modelo económico avalado por la nefasta Constitución de 1993. Así, la escalada de la violencia que vemos en la actualidad busca ratificar el proyecto de reproducción capitalista sobre las bases del extractivismo, que tiene como consecuencia la ampliación a gran escala de zonas empobrecidas por la expropiación, el expolio y la contaminación, aspectos originarios del capitalismo peruano cuya ferocidad se expandió con la llamada restructuración productiva.


Este proyecto neoliberal tradujo en la profundización del extractivismo de la tierra, sea mediante actividades como la minería y la agroexportación, y de la privatización de todo bien público, así como de los servicios más fundamentales como la educación, la salud y el seguro social. Tal proyecto burgués ha creado hasta la actualidad una población con bajos niveles de vida y un mercado de trabajo fuertemente informal. Sin derechos laborales ni protección social, la crisis sólo fue extendiendo la miseria en que vive la mayor parte de la población que hoy alza su voz de protesta. En el caso del extractivismo minero, principal esfera de producción en el Perú, ha estado lejos de cumplir las falacias de la derecha peruana, no fue un factor de desarrollo, no crea mercados internos y mucho menos reinvierte sus ganancias al interior del país, al contrario, ve en el sector financiero un área donde seguir desarrollándose parasitariamente.


Como si la explotación del trabajo no tuviera limites materiales ni éticos, el Estado devuelve por distintos mecanismos tributarios millones de soles a las grandes empresas. Gran parte del valor producido por los trabajadores de distintos sectores orientados al sostenimiento del aparato Estatal se redirecciona a los bolsillos de las grandes empresas. El carácter burgués del estado se ha evidenciado escandalosamente en las pugnas políticas al interior del legislativo y el ejecutivo, cada quien representando a distintas fracciones de la burguesía peruana. Toda la gestión estatal está subordinada al cumplimiento y defensa de los intereses burgueses, pero nunca ha sido tan notorio como ahora que después del abominable mensaje a la nación por parte de Dina Boluarte (19/01/2013) se ha promulgado la Ley 31651 que continúa exonerando impuestos a las más grandes empresas en el Perú. Este carácter servil del Estado a los intereses privados está siendo constatados por los trabajadores en el proceso de sus luchas y les aclara que no pueden realizar cambios significativos para su clase sin negar al propio Estado. Dicha negación se expresa en el masivo rechazo del tipo de “democracia” (la de la dictadura del capital) que llaman a defender la derecha y los poderes militares. “Esta democracia ya no es democracia”, expresaban ciudadanos puneños en uno de sus cánticos.


Como ya escribimos en uno de nuestros anteriores pronunciamientos, es en la crisis donde se manifiesta la esencia del Estado, en el Perú confirmamos su defensa acérrima a un orden que vive de la explotación del trabajo y que se permite matar libremente a aquellos que alzan su voz de protesta. El mensaje, por parte del Estado y sus poderes fácticos, es de amedrantamiento a las justas luchas de la clase trabajadora. Es la anulación de sus derechos más fundamentales por medio de la intransigencia y la fabricación del crimen. El Estado de contrainsurgencia ya es una realidad, lo que observamos por ahora es su despliegue hacia quienes se muestran solidarios con la lucha en general. Hoy, 21 de enero, vimos que los trabajadores y sus familias se encuentran solos frente a la represión, ningún órgano -ni siquiera el de la propia rectoría de la UNMSM- pudo imponerse ante las expresiones represivas del Estado contrainsurgente, ni tuvo la intención de hacerlo. La siembra de elementos para criminalizar, la promoción del miedo y la violación de la autonomía universitaria han sido prácticas recurrentes durante las dictaduras militares, una sombra de ella ha vuelto en el Perú actual, con el mismo objetivo: usar el terror para tornar incuestionable la violencia capitalista. No hay que escarbar mucho en los últimos acontecimientos para comprobar que Dina Boluarte ve máquinas de trabajar donde los liberales ingenuamente ven “ciudadanos”. ¿Qué hacen sin trabajar? ¿Si tanto dicen que pasan necesidades quien financia las protestas? Así danza encima de los muertos este personaje perverso, que está lejos de representar a la mujer peruana, ella es encarnación del capital. Pero la realidad se impone ante los sueños reformistas, la crueldad de la reproducción capitalista la sienten materialmente los trabajadores y sus familias. No hay peor ciego que el que no quiere ver.


La otra cara del Estado de contrainsurgencia es el intento de anulación de toda crítica; el oscurantismo que busca imponer de manera violenta devela la farsa retórica de la existencia del libre pensamiento y de la libertad de expresión. Esas libertades sólo son concedidas a los traficantes de la mentira, a los grandes medios de comunicación que mancillan el honor y la valentía de quienes se alzan en lucha. Estos medios son los terroristas de la farsa y navegan libremente en el mar de la impunidad. La ley y el control sólo se aplica a los que nada tienen que perder sino sus cadenas. En sintonía con el monstruo del “terrorismo”, seguramente creado en los noventa por el “visionario” Montesinos, la policía hace gala de su ignorancia histórica o de cinismo más escandaloso al perseguir las ideas marxistas. ¿Qué leían los socialistas que lucharon por los derechos de los trabajadores? Irse contra el marxismo implicar irse contra la principal arma teórico-crítica a nivel mundial para cuestionar el modo de producción capitalista.


Más alto que el pájaro vuela el canto. Una flecha, un dardo, solo pueden alcanzar al pájaro” (A.C), asimismo, el canto de la lucha contra todas las formas de explotación capitalista ya se esparce en el mundo entero. Las balas malditas que impactan a cada trabajador y a sus familias nunca serán suficientes para matar la sensatez de la clase trabajadora y su necesaria liberación.



Lucha de clases en el Perú como parte de la lucha internacional del proletariado contra el capital


La movilización del proletariado peruano constituye un capítulo de la lucha de clases internacional contra la dominación capitalista. Se trata de un proceso orgánicamente vinculado a luchas en otros territorios, pues más allá de las particularidades políticas locales, en todos los casos se trata de un enfrentamiento determinado por la contradicción capital-trabajo y su necesaria operatividad a escala mundial. Si en el Perú los trabajadores se movilizan en contra del gobierno de Boluarte, es porque comprenden que esta gestión —y la coalición de partidos que la sostiene— es la expresión más nítida de la dominación burguesa y sus decadentes instituciones. Es decir, identifican correctamente que su permanencia en el gobierno implica la continuidad de las condiciones miserables a las que han tenido que enfrentarse desde que la república burguesa se constituyó como tal.


Aun con todas las limitaciones que la consciencia de clase tiene en el momento actual, es innegable que la propia lucha de clases va ayudando a separar la paja del trigo, clarificando que solo la organización independiente puede detener la brutal represión del Estado capitalista y abrir nuevas perspectivas. Esta misma dinámica se hace presente en otros territorios en los que, más allá de especificidades nacionales, el capital descarga su crisis sobre los hombros de la clase trabajadora y esta se moviliza para erigirse paulatinamente en sujeto que despliega una acción independiente. Aunque la perspectiva estrecha de la izquierda del capital pretende aislar el proceso peruano a un conflicto estrictamente nacional; la simultaneidad de la acción espontánea de los trabajadores en todo el mundo se impone como una realidad inocultable, cuya comprensión es un momento fundamental para la realización de una política proletaria independiente.


La contundente huelga de más de 1 millón de trabajadores que se desarrolló en más de 200 ciudades de Francia contra la reforma del sistema de pensiones impulsada por el gobierno del “progresista” Macrón, es un ejemplo formidable de esto. Trabajadores del sector ferroviario, petrolero, maestros y otras categorías del sector público y privado participaron activamente para detener la tentativa de prolongar la edad de jubilación de 62 a 64 años. Esto se da como una medida para “equilibrar el sistema de pensiones” frente a un potencial déficit en las cuentas del Estado. Como se hace evidente, lo que está en juego son las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo en un contexto de crisis capitalista. El Estado se muestra, así, como garante de las condiciones generales de acumulación, lo que a puertas de una recesión mundial significa resguardar la ganancia capitalista restringiendo al máximo las concesiones a los trabajadores.


A pesar de tener un detonante puntual —como es habitual en todas las luchas (ver el alza del precio de los pasajes en Chile, por ejemplo, o la destitución de Castillo en Perú)—, la acción de los trabajadores franceses expresa un descontento que responde a la profundidad de la crisis del capital cuyas expresiones concretas son la creciente inflación y la agudización de los problemas energéticos que aquejan al continente europeo en paralelo a una guerra imperialista. Esto se suma al despliegue de lucha de la clase trabajadora contra el Estado chino. Las medidas contra el covid, ligadas a las condiciones de explotación a la que están sometidos los trabajadores de los ramos de tecnologías principalmente, han hecho estallar desde el año pasado una serie de luchas. También se suma a la renuncia masiva de los trabajadores del puerto de Mersin en el sur de Turquía y a las inmensas protestas de Irán.

Las luchas que se vienen desarrollando en otros territorios del globo, a pesar de sus especificidades, tienen el componente común de ser el resultado de los mecanismos de compensación que el capital despliega para intentar salir de la crisis. Esto mismo, también, es la base para el despliegue de una acción internacionalista, pues se torna patente que la acción Estatal, más allá de quién se ocupe de su gestión, y más allá de las particularidades nacionales, tiene como objetivo la valorización del capital explotando el trabajo vivo.



Planteamiento


Como se hace evidente, la unidad de intereses de la clase trabajadora se muestra como una necesidad que no deviene de ningún principio abstracto sino de la propia materialidad de la vida social. Dar cuenta de este proceso es un paso fundamental para la superación del modo de producción capitalista, pero por sí solo eso es insuficiente. Las armas de la crítica no pueden reemplazar a la crítica de las armas. La negación del mundo del capital y todas sus miserias requiere de la intervención consciente de los explotados, organizadas bajo sus intereses históricos. Promover esa organización es la tarea fundamental del actual momento. En el contexto peruano esto significa unificar las acciones de resistencia contra el Estado capitalista gobernado por Dina Boluarte, con una perspectiva clasista e independiente, que imposibilite cualquier tentativa de conciliación con la burguesía. Los trabajadores, de hecho, ya están llevando a cabo esta política. Plegarse y fortalecer los organismos autónomos que se han ido desarrollando en respuesta a la represión gubernamental es prioritario, así como unificar las luchas que se desarrollan en las distintas regiones del país y sobre todo en la capital.


¡Solidaridad con las víctimas del terror estatal!

¡Cárcel para los asesinos!

¡TODO EL PODER A LA CLASE TRABAJADORA!




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