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LUCHA DE CLASES, GUERRA Y ESTADO

Actualizado: 4 sept 2022

La agudización de la crisis económica mundial debido a la pandemia permitió ver de forma diáfana el cariz de los empresarios capitalistas y los Estados contra la clase trabajadora. Ahora, nuevamente, la guerra generada por expansión del capital nos arroja a una muerte segura. Por un lado, nos usan de carne de cañón en las guerras para defender sus intereses. A mediados de marzo, se registró que entre 7 mil y 14 mil soldados rusos y 2800 soldados ucranianos han perdido la vida, muchos tras intentar no ir a la guerra. Como daño colateral, la ONU informó para esas fechas que 1,900 civiles ucranianos habían fallecido, con la estimación de que esta cifra sea más alta, y más de 10 millones de ucranianos que han tenido que escapar de la guerra. De igual forma, hay más de 20 mil detenidos en Rusia tras protestar contra la guerra y muchos podrían recibir hasta 15 años de cárcel.


En ese mismo sentido, teniendo que lidiar ahora con las consecuencias económicas de esta lucha sin cuartel, todo el peso de la crisis cae sobre los hombros de la clase trabajadora. Gracias a las sanciones económicas aplicadas entre los Estados, los precios del trigo, fertilizantes, petróleo y gas, así como sus derivados, se han incrementado drásticamente, lo que viene a agravar la crisis inflacionaria global. Esta condición se ha tornado insoportable para los trabajadores. En países del Medio Oriente y África como Irak y Sudán se han levantado contra sus gobiernos por el aumento de precios del pan, transporte, gasolina y electricidad. El 17 de marzo miles fueron dispersados en Jartún por la policía antidisturbio cargando en sus hombros una tasa de inflación récord del 269.33% que arrastran desde diciembre (SUNA, 12 de enero). El 14 de marzo en Madrid, Barcelona, Asturias y País Vasco los transportistas tomaron las carreteras tras el aumento del combustible, a lo que se añade el exorbitante aumento de los precios de la gran mayoría de productos, principalmente derivados de cereales y dependientes del gas.


En Colombo, Sri Lanka, el 15 de marzo miles de trabajadores protestaron por el aumento de los precios asediando el palacio presidencial de Gotabaya Rajapaksa hasta ser dispersados por el ejército. El 31 de marzo llegaron a la casa presidencial para, de igual modo, ser dispersados con cañones de agua y lacrimógenas, a lo que se suma la declaración del estado de emergencia, que faculta al ejercito esrilanqués, equipado con armas automáticas, a la intervención y detención de civiles sospechosos.

Frente a la subida del 40% del gas en tan solo una semana, a mediados de marzo el pueblo de Albania exigió al primer ministro Edi Rama medidas más duras contra los empresarios especuladores. El titubeante ministro balbuceó tanto medidas que no satisfacían las demandas de los protestantes como diversas estigmatizaciones hacia ellos, desde ser una minoría revoltosa a ser funcionales “prorrusos”.

Esta semana, el Centro de Sindicatos de la India convocó una movilización de 50 millones de trabajadores que, hartos de la alta tasa de desempleo y las políticas perjudiciales a la clase trabajadora, mostraron su descontento con el régimen de Narendra Modi. Estados como Kerala y Bengala Occidental prohibieron participar a empleados públicos, mientras el estado de Maharashtra invocó ley de emergencia, con lo que privó de protestar a 80 mil trabajadores de compañías eléctricas.

Por su parte, EE.UU. atraviesa una de las peores crisis inflacionarias desde los últimos 40 años, lo que ha llevado a diversos sectores laborales a reclamar una mejora en los salarios. Docentes, con apoyo de estudiantes, le exigen a Joe Biden el cumplimiento de la mejora salarial que les prometió en su campaña electoral, pues ya desde hace un año 20% de ellos debe recurrir a un segundo empleo para subsistir.


A pesar de la represión contra la clase trabajadora que combate legítimamente por conseguir sus medios de subsistencia, el capitalismo no ha podido contener el brote de las luchas internacionales generadas por su guerra imperialista. Esto solo confirma que las luchas no se agotan en el Estado Nación, sino que tienen un carácter internacional. La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer. La clase trabajadora solo puede garantizar su condición humana emancipándose del yugo del capital, de su expresión imperialista, orgullo de puñales, arma de bombardeos con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña: ejecutoras pálidas de los negros deseos que la avaricia empuña.


En el Perú, el presidente Castillo, representante de la CONFIEP (Burguesía Nacional Peruana), en el discurso que dio el jueves 24 de febrero en la presentación de las “exportaciones peruanas 2021”, dijo: “Desde este espacio creo importante llamar a la unidad de los pueblos en el mundo. Que los conflictos se desarrollen en el ámbito diplomático”, sus palabras fueron cortas al respecto, como si tratara de conciliar las contradicciones de clase impresas en las sociedades. Desde esta visión del gobierno se hace frente a las luchas que se han venido desarrollando en Perú por el impacto de la guerra imperialista. El primer impacto fue en el aumento brutal del precio del azúcar en un 38%. El pollo en esta última semana elevó su precio en 21.3% y el gas de 10 kg llegó hasta los 70 soles tras costar S/ 43.08 el año pasado (Osinergmin). La alverja, la papa, la caigua, etc., han aumentado su precio hasta 80%. El IPC aumentó en 1.48 en marzo con un 3.41% en alimentos y 1.89% en transporte, y un 6.82% de aumento en los precios si contamos los últimos 12 meses (INEI).


Las protestas son impulsadas por los trabajadores agrarios y transportistas. Desde el lunes 28 de marzo hay carreteras bloqueadas al menos en Piura, Cajamarca, Ayacucho, Áncash, Junín, Arequipa, Apurímac y Puno. Sin embargo, el epicentro de las protestas es Junín. A los transportistas y agricultores se suman las amas de casa preocupadas por la subida del precio de productos básicos, volcándose en un paro nacional de transportistas de carga pesada, agricultores, en síntesis, trabajadores asediados por la guerra imperialista del capital.


Frente a estas protestas, en tono prepotente, Castillo brindó otro discurso el 31 de marzo en Piura señalando lo siguiente respecto al paro: “Se está anunciando algunos paros y bloqueos en las carreteras, malintencionados y pagados por algunos dirigentes y cabecillas [...] es necesario decirles acá, que pondremos orden en las próximas horas”. Esta posición del gobierno, solo atizó el fuego latente en el alma de los trabajadores que ya llevaban 4 día de paro. Los furibundos protestantes en las calles de Huancayo comenzaron a lanzar piedras a la municipalidad de la localidad rompiendo las lunas del edificio en señal de disconformidad con la falta de apoyo del Estado, el cual ahora, como siempre, funge de herramienta de represión de los burgueses contra la clase trabajadora que busca sobrevivir al impacto de la guerra; también hubo manifestaciones en el aeropuerto de la región Junín.


Hasta la fecha se confirman dos fallecidos. La primera es una manifestante que fue atropellada, el segundo es un menor de edad que falleció tras tirarse al río escapándose de las bombas lacrimógenas. Estas medidas tomadas por los manifestantes son el único camino que tiene la clase trabajadora para que el Estado los escuche, si no hay daño a la infraestructura y/o a las carreteras por donde circulan las mercancías, el Estado hace oídos sordos, reprimiendo con dureza cualquier expresión de los trabajadores. Uno de los causantes de las protestas fue el alza del combustible, otro es el aumento del precio de los fertilizantes, entre otros motivos causados por la guerra ruso-ucraniana. Frente a esto el Estado busca generar una mesa de diálogo que ha ido fracasando en sus intentos conciliadores.


Las posiciones frente a las luchas son diversas. Un sector reaccionario que busca propagar sus intereses particulares de hacerse con el poder estatal, instrumentaliza las protestas señalando a Castillo como el único culpable de todos los males. Su solución: vacar a Castillo. Otro sector reformista ha tildado de lumpenproletariado a los trabajadores en lucha, buscando deslegitimar toda protesta. Ciertos sectores invocan el espíritu democrático y la santa diplomacia por medio del Estado. Algunos vocean la necesidad de una segunda reforma agraria. Y otros ven como única solución la asamblea constituyente. Todos coinciden en abstraer la acción política de las estructuras económicas, en elevar la práctica política sin tocar las contradicciones económicas.


Con todo, cabe poner énfasis en los siguientes puntos:

  1. La lucha es justa y legítima, porque solo busca defender los medios de subsistencia para la supervivencia de los trabajadores frente al aumento de precios generado por el capital en su proceso de expansión imperialista, frente a los políticos que saquean las arcas públicas y frente al capital nacional que aumenta sus precios a diestra y siniestra. ¿Qué más vamos a darle a los ricos si con ayuda de su gobierno los ricos ya acabaron de quitárnoslo todo?

  2. Las luchas no se generan por factores meramente externos ni meramente endógenos. No es solamente el Estado peruano como quisieran los sectores conservadores, sino principalmente el impacto de la guerra imperialista, en síntesis, es el desarrollo del capital internacional y nacional, ambos momentos de un mismo proceso.

  3. En ese sentido, las luchas de la clase trabajadora no se llevan a cabo solo en el Perú, sino, como hemos pasado revista, a nivel mundial. País mío no existes, solo eres una mala silueta mía, una palabra que le creí al enemigo.

  4. El problema desplegado frente a nuestros ojos no se desarrolla meramente en una esfera política, sino económica. Es en esta última donde vienen desarrollándose las luchas. Las posiciones anteriormente mencionadas reducen el problema a una esfera política, brindando soluciones meramente políticas a un problema estructuralmente económico. Por el contrario, es la dinámica de ambas esferas.

  5. Consideramos que ni la mesa de diálogo ni la reducción de algunos precios soluciona el conflicto de la lucha. Lo máximo que puede hacer es mitigar la contradicción de clase que se viene desplegando.

  6. Denunciamos la terrible violencia que ha desplegado el brazo represor del Estado contra los trabajadores, causando la muerte de dos personas. El Estado, mediante la policía, solo busca velar por los intereses económicos de los capitalistas peruanos, que echan sobre el hombro de la clase trabajadora las graves consecuencias de los conflictos bélicos de la disputa interimperialista.

  7. Invocamos a todos los trabajadores a sumarse a la lucha que viene incendiando los andes peruanos, invocamos la solidaridad de clase frente al injusto aumento de los precios, llamamos a la unidad de la clase trabajadora, cuyo único camino, cuya única liberación es su autoemancipación, su autonegación como clase, para lo cual resulta central su progresiva organización.

Como un incendio va la clase trabajadora, el incendio que lleva enarbolado, con un furor, un ímpetu supremo. Cabalgan sus hogueras, trota su lumbre arrolladoramente, arroja sus flotantes y cálidas banderas, sus victoriosas llamas sobre el triste continente. Purifica, penetra en las ciudades, alumbra, sopla, da en los rascacielos, empuja las estatuas, muerde, avienta: arden inmensidades de edificios podridos como leves pañuelos, cesa la noche, el día se acrecienta. Es como un sol que eclipsa las tinieblas lunares, es como un corazón que se extiende y absorbe, que se despliega igual que el coral de los mares en bandadas de sangre a todo el orbe.


2 de abril del 2022

Editorial Ande



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